Políptico Carvajal-Larios, óleo sobre tabla, 100 x 360 cm, 2021-2022

En los últimos días de 2020, Javier Carvajal y Mónica Larios contactan conmigo y me proponen que realice un cuadro de sus seis hijos. Como los retratos colectivos son complicados de transmitir a la siguiente generación, me plantean un reto que encuentro interesante: la obra ha de funcionar como una unidad mientras esté en sus manos, pero deberá ser posible dividirla en piezas independientes en el futuro, de manera que cada hijo reciba su retrato llegado el momento.

Se me da total libertad para decidir el modo de retratarlos, siempre que cumpla con otro requisito en el que Javier insiste especialmente: Mónica debe estar representada en el cuadro de conjunto de una manera no necesariamente explícita, pero sí reconocible para todos los implicados.

Acepto el encargo y me pongo a la tarea con entusiasmo. El primer problema es reunir a seis niños cuyas edades son tan dispares como su altura, complexión y carácter. Puesto que la obra podrá dividirse, me inclino por un gran formato, teniendo solo en cuenta que las ubicaciones previstas no tienen más de 4 metros lineales.

La composición se resuelve en un políptico de 100 x 360 cm, compuesto por 6 piezas de 70 x 60 cm (cada una con la imagen principal de cada hermano) y 6 piezas de 30 x 60 cm, que anexas a las principales permiten reunirlos en un espacio coherente que respeta la relación de escala entre todos ellos. El patrón inicial es modificado en el caso de una de las hermanas, Sol, cuyo retrato quedará integrado finalmente por tres piezas en vez de dos: encontré necesario, casi terminando el trabajo, elevarla un poco. El menor, Pepe, está subido en la silla que diseñó su abuelo para el pabellón de España de la Feria Mundial de Nueva York de 1964, lo que soluciona el inconveniente de su baja estatura y carácter inquieto. Al igual que su hermana Blanca, Pepe solo ocupa el panel principal, mientras los mayores: Javier, Lucas y Paz son representados de pie sobre dos de ellos.

La madre

Tras descartar distintas posibilidades, finalmente opto por una solución enteramente simbólica: una cinta de oro recorre el políptico de izquierda a derecha. El oro es imperecedero, como lo es el amor que una madre siente por sus hijos; la cinta pretende ser una metáfora del cordón umbilical que unió Mónica con los niños, primero en su vientre y ahora en el cuadro. Al mismo tiempo, la cinta actúa como una llave o clave del montaje del propio políptico para tiempos venideros, y un recordatorio de que lo que está unido, si bien inevitablemente se separará un día, podrá volver a reunirse gracias a ese nexo.

Paneles por partes: Pepe, Blanca, Javier, Lucas, Sol y Paz

Ubicación prevista